lunes, 14 de septiembre de 2009

Intrucciones biblióticas

Como ir a la biblioteca, conseguir estudiar y no perecer en el intento.

  • Llega a una hora intempestiva. Con los ojos pegados a las 9 de la mañana tienes más posibilidades de que tu sitio reúna las características necesarias para que tu sufrimiento sea menor. Ve incluso a una hora a la que las personas normales -los estudiantes, obviamente, no están en este grupo- estaría comiendo/durmiendo/despertándose/saliendo de fiesta.
  • Estás en la puerta. Hay sitios libres -que no cunda la histeria-. Éste es uno de los puntos más importantes: selección de sitio. Es irreversible a menos que la biblioteca no se pete -lo que raramente ocurre-.

    Visualiza el terreno y las fuentes reales o potenciales de ruido y distracción (motores, bibliotecarias cotillas y cansinas, ventiladores, puertas, ordenadores, pavo con móvil, ventanas con niñatos gritando, música, fiestas del pueblo y buenorros -a menos que la visita a la biblioteca sea un nuevo análisis del ganado regional; si es así, no evites a estos últimos-).

    Esto no garantiza NI POR ASOMO que vayas a poder estudiar. Es muy probable que ese señor mayor que se ha levantado a por un diccionario y que esté a tu lado acabe siendo un loco que habla solo.

  • Iniciación breve a la historia del estudio.
    Te entrará sueño y tendrás que ir a por un café, no te habrás traído los papeles, no tienes tabaco, agua, golosinas o sucedáneos y tendrás que salir, te entra frío o te acuerdas que tenías que haber bañado al perro. El momento preparación es el instante en que te acordarás de todo lo imaginable, lo que atrasará inexorablemente nuestro avance hacia el aprobado.
    ¡Céntrate, hostias! Lo acabas consiguiendo. Sacas los apuntes, los dos millones de subrayadores de todos los colores del mercado y te preparas para lo peor.

  • "Pero en cuanto al poblamiento, hay que señalar que en los años de la posguerra se produjo un estanc..." ¡PUM! Algo interrumpe tu concentración: resulta que ¡te ha tocado!, hoy tenemos loco al lado. Esto tiene sus cosas buenas y sus cosas malas: no vas a estudiar una mierda, pero vas a pasar la mejor tarde/noche/mañana de biblioteca.

    Resulta que el señor de apariencia respetable al lado del que estás sentada se ha lanzado sobre la mesa. Don't panic, igual está durmiendo porque en su casa los niños no se callan ni metiéndoles la cabeza en el váter. Descripción de la situación:

    Un señor que podría ser tu padre está con la cabeza contra la mesa encima de unos apuntes de lo que parece ser historia del arte, salmodiando algo que no llegas a entender. Sin embargo, henchido por la emoción suelta insultos espontáneos.

Hoy no es tu día, si tienes una examen importantísimo al día siguiente y no sucede un milagro -escasos pero esperados- probablemente suspendas. Asúmelo y date un voltio, que nos vemos al día siguiente otra vez en ese lugar tan amado y odiado al mismo tiempo, la biblioteca.


Para los que, como yo, empiezan pronto las clases y se dan cuenta de que hay que volver a la tortura de junio, ¡ánimo!
Para los que siguen teniendo que ir aún en estas fechas, ¡quemadla!
Para los locos que van a no dejar estudiar y a costa de los cuales te echas unas risas, ¡seguid así! Aunque recordad que la proximidad de los exámenes es inversamente proporcional a nuestra capacidad de echarnos unas risas y no mandaos a tomar por culo.

Besitos veraniegos!