domingo, 21 de marzo de 2010

La isla estrecha

Érase una vez un profesor universitario que le dio por escribir literatura matemática...

Érase una vez una asignatura abstracta como análisis matemático...

Érase una vez un cuento:

La isla estrecha

En un lejano mar hubo una vez una isla tan estrecha que era conocida como la isla recta. Solamente sus dos extremos tocaban el mar y allí se habían instalado para siempre dos importantes personajes: Cero y Uno.Los demás no podían disfrutar de tal situación, pero se resignaban a su suerte y permanecían unos junto a otros en buena armonía sin moverse.Y eran tantos que, aunque todos pensaban que debería haber alguien situado a su lado, no sabían a ciencia cierta quien era, de tantos como había muy próximos.

No se podía decir que tuvieran un régimen democrático, porque el señor Can dirigía sus vidas de forma permanente. Can era un personaje de prestigio por su habilidad para manejar colecciones enormes de cosas y saber distinguir muy bien unas de otras. Al parecer, no vivía en la isla. Tenía un padrón de todos los habitantes que asignaba nombre a cada uno sin que hubiera peligro de confusiones. Se trataba de un sistema muy ingenioso inventado por él que requería solamente tres signos que podían repetirse a conveniencia en cada nombre. Los nombres no eran otra cosa que listas más o menos largas confeccionadas con los tres signos, sin que fuera necesario utilizar los tres en todas ellas. Para la mayoría de los isleños su nombre era interminable.

Merece la pena citar los tres signos: uno era incoloro y redondo, otro era azul y el tercero era rojo. En principio esto no tenía connotaciones políticas, pero los acontecimientos que vinieron después pusieron de manifiesto que no era indiferente que en un nombre predominara el rojo o el azul, sobre todo en el caso de ser interminable y carecer de signo azul. Además, estaba prohibido que un nombre interminable tuviera una parte final completamente roja.

Unos habitantes de la isla eran nobles y otros no. Era característico de la nobleza tener nombres no interminables y daba igual que prevaleciera el rojo o el azul. El más noble tenía nombre más corto y quizás por esta razón Cero y Uno se habían instalado de inicio en su posición de privilegio. Por cierto, habíamos olvidado decir el nombre de Cero y Uno. Son dos nombres con un único signo, sin repetirse. El signo rojo simple estaba suprimido por razones técnicas: quizás porque Can lo reservaba para sí. El nombre de Uno era un único signo azul y el de Cero no tenía más remedio que ser el signo incoloro y redondo, por cuya razón pasó a denominarse como el noble que lo encarnaba: cero. Salvo el de Uno, todos los nombres comenzaban por cero.

Una vez llegó una gran tormenta que inundó la parte central de la isla y ésta quedó partida en dos. Se produjo un gran desasosiego, pero algunos pensaron en positivo: al menos había dos habitantes más para poder instalarse en alguna de las dos nuevas posiciones junto al lago central. Allí se colocaron los dos más nobles que seguían a Cero y a Uno.

Lo curioso es que el fenómeno de la inundación se repitió al mismo tiempo en las dos islas, tras lo cual había ya cuatro y dos nuevos lagos con los consiguientes cuatro nuevos puestos junto a ellos, donde se colocaron enseguida los nobles siguientes en nobleza a los ya instalados.

En sucesivas etapas, las islas que iban surgiendo sufrían el mismo tipo de inundación. Cada etapa significa duplicar el número de islas y el de lagos, así como el de nuevos puestos de privilegio, reservados a los nobles. Los que ya estaban instalados observaron que las futuras inundaciones no les iban a afectar. No parecía que el azul o el rojo del nombre fuera relevante para tener más o menos opciones de alcanzar un sitio sin riesgos de inundación futuros, pero sí se constató que los nombres de los habitantes de las zonas que ya estaban inundadas tenían algún signo azul. Lo cual daba cierta tranquilidad a quienes solo tenían color rojo.

Así sucedió hasta el final de los tiempos y sólo entonces los nobles que se habían salvado por lograr una posición junto al lago comenzaron a pensar cuál habría sido el destino de otros nobles y de quienes no lo eran. Al parecer, no habían sido afectados por las inundaciones aquellos, nobles o no, cuyo nombre carecía de signo azul, aunque la mayor parte de ellos no había logrado abrigo junto a un lago.

El señor Can acudió a estudiar la situación. Como tenía el padrón de todos los habitantes de la primitiva isla y además había hecho un duplicado del mismo sin utilizar el signo rojo pudo comprobar efectivamente que los que carecían de signo azul en sus nombres eran tantos como los que figuraban en el primitivo padrón.

-Inexplicable-, clamaron al unísono los nobles que ocupaban situaciones junto a un lago, muchos de los cuales tenían un nombre con algún signo azul. ¡Parecía que no hubo perjudicados por las inundaciones e incluso había aumentado la población!

Sólo el señor Can pudo saber exactamente lo que había pasado, pero nadie más llegó a entenderlo. ¿Habían encontrado protección todos los nobles junto a un lago? ¿Quiénes y cuántos fueron realmente los afectados por las inundaciones? El señor Can hizo oídos sordos a estas preguntas y se limitó a recomendarles que estudiaran matemáticas.


He aqui la historieta. Un minipunto de salud, dinero y amor para quien me diga qué son los signos y quién es Can, y claro, qué es la isla.

Besotes matemáticos y casi semanasantinos!

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